Abordo este texto como una asignatura pendiente, un reto, una necesidad.
Hace ya tiempo que me rondan las ganas, pero ha sido un artículo del último número del “Pesol Negre” titulado “La societat en temps de pandemia”, el que me ha dado la patadita. Podríamos decir que escribo estas lineas como réplica a dicho artículo, pero no para desacreditarlo, sino por alusión, y para intentar aclarar un punto de vista diferente y compartido por
muchas personas.
La situación generada por esta pandemia es compleja y lógicamente a dado lugar a diversas reacciones y posicionamientos. Lo que no entiendo es que esta variedad de
enfoques no se haya traducido en un debate profundo y respetuoso entre las diferentes partes (ya no en los medios de comunicación generalistas de los que no podemos esperar tal
cosa pero si en contextos críticos y libertarios). No solo no ha sido así, sino que se ha generalizado la tendencia a descartar y desacreditar las visiones que no se corresponden con el
discurso oficial. Con demasiada frecuencia se ha metido en un mismo saco a terraplanistas, negacionistas, “frikis”, conspiranoicos y fachas junto a cualquier tipo de disidencia
respecto al relato único.
Que en una situación tan caótica como la que hemos vivido, la cual ni siquiera los supuestos expertos sabían como abordar; en la que se han cruzado tantas lineas rojas y hemos escuchado tantas incoherencias e informaciones contradictorias y absurdas, no debería sorprendernos que surjan miradas disidentes, lo enfermizo sería que no sucediera.
El hecho de cuestionar la praxis sanitaria no te convierte automáticamente en negacionista ni en un insolidario individualista, ni mucho menos en un imbécil como se apuntaba
en el artículo anteriormente referido. Tristemente esta ha sido la tendencia generalizada. Repetidamente, a la gente que se ha atrevido a exponer puntos de vista diferentes, se la ha insultado y ridiculizado. En vez de aprovechar la situación para poner encima de la mesa diferentes enfoques, pareciera que fuesen Miguel Bosé o la ultraderecha los máximos exponentes de la disidencia. Como si no hubieran médicos y científicos en todo el mundo cuestionándose las cosas. Desde mi punto de vista, lo sospechoso, es que una situación tan compleja y global no genere un sano debate.
El estar profundamente agradecido al esfuerzo que hacen los sanitarios en el cuidado y el mantenimiento de la salud no es incompatible con cuestionar muchos de los protocolos que se
dan actualmente en la medicina alopática. La medicina, como cualquier rama de la ciencia, ha de estar en continua evolución, ser crítica consigo misma, cuestionarse y revisarse
permanentemente.
El hecho de que la industria farmacéutica tenga el poder desmesurado que ha alcanzado en el úlimo siglo, no es un tema baladí. Podríamos profundizar mucho en como este poder se
vincula y afecta al desarrollo y evolución de la ciencia y la praxis médica.
A las personas que nos cuestionamos la vacunación se nos trata de irresponsables e insolidarias. Personas que llevamos gran parte de nuestra vida estudiando temas de salud y medicina natural; que hace ya muchos años decidimos tomar las riendas y asumir la responsabilidad que tenemos con nosotras mismas; que no delegamos dicha responsabilidad en
el sistema médico; que tratamos de llevar una vida lo más saludable posible; que gracias a la escucha y a todo lo que hemos aprendido, ya no tenemos que recurrir a los
medicamentos que genera como productos de consumo la farmaindustria y que si se da el caso lo hacemos de forma muy puntual y con mesura; que hemos aprendido a alimentarnos
para que nuestros alimentos sean nuestra medicina. A nosotras, que a través de un consumo responsable tratamos de cuidarnos a nosotras mismas y al medio que habitamos, a nosotras, se nos llama irresponsables por cuestionarnos las vacunas.
En lo que se refiere al espírito libertario, el partir de la racionalidad no es sinónimo de asumir como verdades incuestionables los decretos de la ciencia. Mucho menos
cuando tales decretos proceden de un enfoque muy determinado y no incluye otras visiones igual de científicas e igual de válidas pero, en muchas ocasiones, con menos recursos económicos para justificarse a si mismas con estudios profundos y con toda la fuerza del lobby farmaceutico trabajando para desacreditarlas (solo hay que ver la campaña de acoso y derribo que han sufrido en España las terapias naturales en los últimos tiempos).
Para cualquier anarquista no resulta nada nuevo sentirse en minoría. Eso no significa que no nos consideremos sujetos sociales activos. Ojalá siempre pudiésemos unir nuestras
fuerzas con la sociedad en conjunto para poder afrontar unidos los retos que se nos presentan. Si muchas veces no hemos podido hacerlo es porque el terreno no estaba abonado para
que así fuera. La anarquía, pese a algunos picos de esplendor, no ha dejado de ser nunca una posición minoritaria, incomprendida e incómoda para el sistema. Esta idiosincracia
debería servirnos para escuchar con atención todos los puntos de vista diferentes a la versión oficial, y haciendo el esfuerzo de separar el grano de la paja, no llevarnos por delante las visiones que a priori no compartamos o entendamos.
Si dentro del movimiento libertario aparecen voces discordantes, mejor será escucharnos con atención antes que desacreditarnos entre nosotras.
Así que si te consideras anarquista, libertario o mínimamente crítico cuestionate el relato oficial televisado que es lo que siempre hemos hecho y es sana costumbre.