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[Relats antirrepressius] Mirando a la cara al enemigo

Se me hace difícil hablar del estado psicológico sin pensar en los momentos vividos esos días ya que cada momento me dejó una enseñanza y una imagen hecha sensación, que debo terminar de masticar.

Todas las detenidas somos gente muy cercana o amigas de las compañeras de los recientes casos represivos dirigidos a las anarquistas en el estado español, así que compartíamos las experiencias de ellas muy de cerca y eso nos preparó psicológicamente. Y aunque se supone que tenemos que estar preparados para estas situaciones, conocer los detalles de las características que tiene un registro actualmente, conocer los posibles pasos que los cerdos podían dar dentro de nuestras casas, en las comisarías y en la instrucción, me daba cierta tranquilidad.

sísif

Esta tranquilidad se transformó rápidamente en firmeza, y este fue el sentimiento que decidí adoptar para los días siguientes. Pensé que ya habría tiempo de sufrir. Ahora estaba frente al enemigo y el enemigo me estaba jodiendo (y quería joderme más), así que no le iba a dar ese gusto.

El cuerpo de policía está dividido por funciones y los preparan psicológicamente para esa función específica. Dentro de cada cuerpo esas especialidades psicológicas se expresan en diferentes medidas según su rango. Cada una de estas funciones intenta dejarnos un miedo intimidándonos de diferentes formas: los ARROs con la fuerza, los de investigación nos muestran cuánto nos conocen… cada uno intenta dejarte un miedo diferente. Así que cuando los tienes a todos dentro de tu habitación (o dentro de tu vida desde hace unos cuantos años), tienes que lidiar con todos, o por lo menos eso hice (y hago yo). Y lo que al principio fue una postura artificial, impuesta por la situación, se transformó en algo sincero. Pensaba: – ¿Qué importa mi casa? ¿Qué importan mis cosas, mis fotos, mi material informático, mis cartas personales…? ¿Qué importa toda esta mierda material? Todo está en mi cabeza, mis recuerdos y mis ideas, nadie me las puede sacar -. No sé si fue un recuso psicológico que desarrollé en ese momento para canalizar el odio que sentía cuando los cerdos revolvían mis cosas. Lo cierto es que sentía que no me estaban haciendo un daño tan grave.

Me alejé tanto de mis cosas materiales que llegó un momento en el que disfrutaba de su fracaso en la entrada a mi casa. Si uno de sus objetivos era encontrar documentos relacionados con grupos anarquistas de cualquier índole o documentos que me relacionaran con algo, estaban fracasando rotundamente. Un mini trofeo fue reírme en su cara (literalmente) de su profesionalidad.

Aunque tenía material de muy poca importancia, ellos lo pueden considerar un indicio. Tener claro eso también me sirvió para tener los pies en el suelo. Conocer la intención política-represiva de todas las operaciones y de la entrada en mi casa fue otro factor que me mantuvo en calma. Ni me ilusionaba su fracaso ni me deprimían las consecuencias del futuro. De nuevo, eso lo resolvería en otro momento, ahora tenía que reírme en su cara.

El registro fue de unas 6 horas, así que en ese tiempo uno tiene tiempo de pensar muchas cosas. Lo mejor es pensar en lo peor e ir resolviendo temas concretos por si luego de la vista de instrucción te dan prisión provisional, te aplican FIES 3; temas concretos como qué ropa tener puesta de cara a los primeros días de la detención (si es abrigada o no), tener dinero encima para ser nosotros mismos los que nos ingresemos el peculio (dado que hasta que no tenemos número de preso no nos pueden ingresar el peculio y los carceleros pueden estirar las fechas pasando por encima de sus propios reglamentos).

En el momento en el que entra el secretario judicial, nunca nos revela si vamos a ser detenidos o no. Generalmente evaden la pregunta y dicen que depende de lo que se encuentre en el registro. Este cerdo cobarde ya trae una orden del juez consigo mismo, y poco importa lo que se encuentre. Claro está que si encuentran material relevante a alguien al que no iban a detener, lo podrían detener.

Le interesa que colaboremos y nos mantengamos tranquilos, y también generar una falsa esperanza, la cual, si crece dentro de uno, es demoledora si finalmente nos detienen.

Así que frente a esto es recomendable mantenerse tranquilo pero no dócil. Y si es posible decir que se tiene el derecho a que el registro no comience hasta que llegue un abogado, quien, como es sabido, puede hacer poco, pero los pone en una situación de presión. Y por otro lado, este puede averiguar a qué comisaría nos llevan si somos detenidos, etc.

Cada cual gestiona el tema de la esperanza como lo ve. Esto tiene que ver más con la personalidad de cada una, hasta con la línea política. Mi estrategia fue pensar en la situación más adversa, y cuando me comunicaron que estaba detenido fue duro pero no demoledor. Todavía aquí pude intentar tomar dinero y ropa.

Al salir de mi casa intenté dejar un grito y una sonrisa a mis compas que no les importó ser identificadas: quería transmitir que estaba preparado para todo, que no se preocuparan por mí. La sonrisa dicen que no me salió; aunque yo pensé que estaba sonriendo, mi cara era de odio. Mi grito de salud y anarquía, fue seguido de una colleja y un: “¡anda, valiente!” de un poli y el portazo del patrullero.

De aquí en adelante estás solo, y tu temple y el valor de tus ideas son las que te dan el sustento psicológico. Esto era lo que pensaba y me fue muy útil.

Pensar en lo peor de nuevo me preparó para un nivel de violencia que antes no estaba preparado para recibir. Pensaba: “pueden hacer lo que quieran con mi cuerpo, mis ideas no se tocan”. No solo me separé de mis cosas materiales, sino que ahora estaba preparado para separarme de mi cuerpo, algo que estando en la calle no permitiría ni permito.

Ese nivel de violencia nunca llegó, así que no pude probarme. No es que lo deseara, pero es que realmente no lo pude hacer.

En comisaría, lo que terminó de dar estabilidad fue hacer ejercicio y meditar; o sea, quemar rabia y buscar una estabilidad para los días siguientes.

De ahí en adelante me mantuve estable. Luego solo fueron alegrías al comunicarnos a gritos con los demás compas estando en calabozos o al compartir traslados. Los ánimos no solo eran altos para mí sino que en general estábamos todas muy estables y firmes y esto no era solo por nosotros sino también por la solidaridad mostrada por los que estaban fuera.

Después de dormir en el cuartel de “Tres Cantos” de la Guardia Civil de Madrid nos llevan a los calabozos de la Audiencia Nacional (AN). Allí nos ponen en grupos, de cuatro, tres y dos. Personalmente estaba nervioso de enfrentarme a un juez de la AN. Estos cabrones imponen, ¡son los peces gordos de los jueces! Más allá de su función política me intimidaba su presencia. Más allá de que en los juicios todo está más que claro antes de que se celebren (y más en la AN), la situación me minimizó como individuo. Y enseguida me puse a pensar en voz alta y a racionalizar el miedo, que surgía porque este sujeto (el juez) tenía en sus podridas manos mi futuro cercano y el de mis compañerxs. Él es mi antagonista ideológico, es el que sustenta la estabilidad en la alta burguesía, el que sustenta “la seguridad para dominarnos y explotarnos, el que mantiene viva la mentira discursiva de que la democracia nos hace libres y que su justicia es la justicia que todos decidimos. Él representa la tortura, el encierro, el asesinato de los rebeldes. Por eso es mi antagonista, así que no se merece ni mi respeto ni mi miedo.

Mientras subía por la escalera para declarar me repetía “intentaré ser digno de mí mismo”. Al responder las preguntas de mi abogado en ese pequeño circo llamado vista judicial, pasaron por mi memoria personajes históricos del anarquismo. Y pensaba: “Esto no es nada. El encierro ciertamente no es tan duro como me lo imaginaba, el juicio no es nada. Lo que va a pasar ya está decidido”. Al entrar estaba tranquilo de nuevo, estable. La fiscal sudaba fascismo en medio de sus arrugas y maquillaje de mal gusto. No me miró ni a los ojos. Y nuevamente al calabozo, luego de definirme como anarquista frente a esos sujetos que esperaban que me tragara mis ideas.

Fue un momento de calma, hasta que comenzamos a discutir entre calabozos si aceptábamos las fianzas o no. Mi idea preconcebida con respeto a esto se quebró. Yo era de la idea de aceptar la fianza y de continuar con la lucha desde fuera. Luego de estar esos momentos relativamente juntos, tomaron peso cosas que desde fuera no las había visto: la parte más emocional me decía y nos decía que no debíamos aceptar las fianzas, ya que todos teníamos fianzas menos uno; la parte económica también pesaba ya que era mucho dinero; la parte política también tenía peso ya que no es el mismo impacto tener a un preso que a 8. La situación fue compleja ya que al no ser nosotros un grupo, no sabíamos lo que pensábamos colectivamente. Lo importante de este momento, y lo digo desde el fondo de mí, es que no fueron el miedo o las ganas de salir los que me hacían estar en bucle con respecto a este tema, y creo que esto era algo colectivo. Fue un momento desesperado y de reafirmación en nosotrxs, es algo de lo cual me siento orgulloso de todas.

Unas decidieron aceptarlo, otras no, y yo y otros estábamos discutiendo pero colectivamente nos apoyábamos; no por una comprensión humanista de la situación sino porque todas las decisiones tenían un peso político de fondo. Y aquí estaba bien claro que lo político era emocional y racional y pasional. En ese momento el miedo y el encierro no pudo con nosotras.

Yo pensaba que si nos quedábamos y nos dispersaban solo empeoraríamos las cosas para los de fuera y que a la larga el gasto económico de las visitas y el desgaste causado por las mismas se corresponderían casi con el gasto económico de la fianza.

Y la compañía que queríamos dar al compa que se quedaba dentro iba a ser inservible. Me parecía demasiado arriesgado. En ese momento llega mi abogado y dice que tengo que decidirme, y que tenía poco tiempo; que si no se lo comunicaba ahora me trasladarían a Soto, ya que los bancos cerraban en minutos, y estábamos a viernes. Como lo estábamos hablando en ese momento dejé pasar ese bus; me sentí tremendamente calmado. No importaba lo que decidiéramos porque al final estaríamos todos en Soto, por un tiempo. Pero al llegar a la celda nos comunicaron que todas las fianzas estaban pagadas. Fue el peor momento de esos días, fue el único momento en el que tuve ganas de llorar, fue el único momento que dejamos de hablar y de hacer bromas. En ese momento me sentía un traidor. Salimos pero una mitad quedó dentro: una mitad de todas. Muchas compas afuera esperando nuestra salida y nosotras con media sonrisa en la cara.

Me costó varios días desarticular la rigidez que me mantuvo firme durante esos momentos. A nivel político y racional está asumido, aunque el asco de estar unos años dependiendo de lo que diga un juez no baja.

Lo más complejo es a nivel somático: los mecanismos inconscientes que al final son los que generan insomnio o diferentes problemas a niveles de tensión.

La primera semana estuve quemando odio, haciendo ejercicio. La segunda tuve un bajón de adrenalina similar a una resaca monstruosa. Ahora poco a poco retomo el ejercicio físico moderado y me acerco a lo que me da calma, necesaria para pensar y seguirme posicionado frente a la vida; necesaria para seguir viviendo y asumiendo lo sucedido. Pero sobre todo a seguir viviendo. Asumiendo seguimientos y escuchas telefónicas que antes sentía pero que ahora se han materializado.

Ahora es mi momento de desarrollar herramientas para racionalizar los hechos. No nos han torturado pero se han metido dentro de nuestras vidas, dentro de nuestra privacidad (relativa). Hemos pasado y he pasado por una situación violenta con consecuencias traumáticas (sean del nivel que sean). Hacer que no sucedió nada solo revela una falta de contacto con nosotras mismas y la falta de diálogo con los demás. De ahí en adelante hace falta un trabajo con una misma y para eso es necesario estar rodeado de gente de confianza para poder ser sinceros, para salir de esto mucho más maduros y fuertes.

Creo que la clave está en colectivizar miedos o preocupaciones en espacios de confianza o con amigas.

Pienso que la sinceridad con una misma respecto a sus emociones y a los planteamientos políticos (como los entendemos los anarquistas) es lo que nos hace estar cada día más afiladas. De este ímpetu individual nace la fuerza para organizarnos como nos parezca. De este ímpetu individual nacen las ganas de recibir a los demás. De este ímpetu individual salen las ganas de seguir viviendo mirando a la cara al enemigo. De este ímpetu individual nacen las ganas de seguir viendo horizontes en medio de las montañas.

¡Salud y anarquía!

¡Pombo, Mónica y Francisco siempre presentes!