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[Article de Joan Busquets] Sobre la protesta de los chalecos amarillos

La protesta empezó en Francia el 17 de noviembre por el aumento de las tasas sobre los productos energéticos, en particular sobre los carburantes lo que provocó un descontento de la clase media y de la clase obrera, que eran los más perjudicados.

La primera acción de los chalecos amarillos empezó con obstaculizar en los puntos vitales el suministro de carburantes, a la espera de una respuesta del presidente Macrón, pero ésta tardó en llegar, esta espera irritó los manifestantes, incitando el endurecimiento de sus exigencias, por lo que se han sumado otras reivindicaciones. Como por ejemplo el «Smic», —salario mínimo interprofesional—: 1498’47 brutos o 1184’93 netos. Este salario es considerado por los chalecos amarillos insuficiente, por no poder llegar a final de mes, a causa del encarecimiento de la vida y de las múltiples tasas que Emmanuel Macron ha ido aplicado sin cesar desde que fue elegido presidente, hace 18 meses.

En cuanto el movimiento de los chalecos amarillos es una unión de perfiles diversos, franceses de todos los perfiles políticos y edades de toda Francia. Impulsado como protesta por el alza de precios de los carburantes, el movimiento ha agregado numerosas reivindicaciones en varios ámbitos: pensiones, pasando por la educación, salarios, derechos de sucesión, poner fin a las pagas presidenciales vitalicias, etc.

Emmanuel Macrón, con un retraso de tres semanas por fin se decidió hablar, después de constatar los destrozos que hubo en las manifestaciones de Paris y en provincias, con un breve discurso de quince minutos, empezó disculpándose por las recientes subidas, diciendo que las anulaba todas: gas, electricidad, gasolina, peajes, ITV, etc. A continuación anunciaba la subida del «Smic» de 100 euros. Pero este anuncio irradiaba un palabreo hueco y engañador, dado que dicho aumento era inexistente. Puesto que no se trataba de un aumento como afirmaba Macron, sino de una prima, que no es lo mismo, y no serán beneficiarios todos, dependerá los ingresos de cada familia, se calcula que más de la mitad no percibirá dicha recompensa. Por ejemplo un matrimonio cobrando los dos el Smic no tendrá derecho a percibir la generosa gratificación. En definitiva se han obtenido sólo unas miajas, el descontento continúa vivo.

Hasta la fecha los llamados chalecos amarillos no actúa bajo ninguna enseña política, los acuerdos los toma en la calle, de manera espontánea. De momento es un movimiento no estructurado, basado en la solidaridad, que en realidad es lo que le da su fuerza.  Tiene la simpatía del 72% de la población. Sostén que ha quedado consolidada en múltiples detalles, pues hasta los coches llevan, en un lugar bien visible del conductor, un chaleco amarillo, como prueba de solidaridad a ese movimiento popular. Los pequeños comerciantes también se unen, proveyendo alimentos a los piquetes que bloquean las carreteras en todo el territorio.

De momento los chalecos amarillos no quieren que ningún partido político ni sindicato se inmiscuya en sus asuntos, pues desconfían ser monopolizados. Nadie es representativo ni portavoz oficial para determinar o contraer acuerdos. Difícil de predecir cual será la continuación de este movimiento, las acciones de protesta están casi paralizadas en estos momentos a causa de las fiestas de fin de año.

La prensa y la televisión hablan sobre la agresividad de algunos manifestantes, pero los periodistas deberían ser más objetivos y recatados en sus apreciaciones. No se han preguntado, que esta agresividad que tanto reprochaban a los manifestantes, provenía de la nefasta política del Gobierno, principal agresor. Con sus tasas e impuestos interminables ha limpiado los bolsillos de los más pobres para dárselo à los más ricos, dejando el 20% de la población en la indigencia más absoluta.

Joan Busquets Verges